jueves

MIGUEL Y LA SOMBRA (CAPITULO I)


Relato de Beau Brummel

Agobiado por el tremendo calor Miguel se levantó de la cama. A tientas y guiado por un tenue resplandor procedente de la habitación más allá del pasillo cogió un cigarrillo para tratar de engañar al insomnio. Buscó el encendedor, pero no estaba en la mesilla. Buscó en los bolsillos del pantalón, pero tampoco estaba allí. "Se me habrá caído al llegar a casa" pensó no sin motivo al recordar los buenos gin-tonics que se había tomado esa noche. Se olvidó de la sensación de mareo que inundaba su cabeza y comenzó a dar pasos en busca del mechero perdido. Cuando rebasó el quicio de la puerta percibió el resplandor con más intensidad. Miró el reloj. Las cinco y media de la madrugada. "Alguien ha llegado peor que yo esta noche", pensó y se introdujo en la habitación en la que penetraba la luz exterior. Su pie tropezó con algo. Era el encendedor. "Misión cumplida" se dijo y se acercó a la ventana abierta dispuesto a echar allí un cigarrito que le ayudase a pasar la primera fase de la resaca dominical. Inhaló la primera calada, aunque el regusto a alcohol y tabaco acumulado no le dejase saborearlo en condiciones. Centró su atención en la luz. Provenía de una ventana dos pisos más abajo que el suyo. Le quedaba ligeramente desplazada a la derecha, con lo que solo podía ver parte de la estancia a la que pertenecía. Jugó a imaginar quién podría vivir allí. Era difícil, porque no podía apreciar ningún objeto personal. Desde su atalaya solo veía un suelo de mármol rojo, sin alfombra, parte de una cama cubierta con una colcha blanca y la puerta de lo que pudiera ser un armario empotrado en la pared blanca del cuarto. Recordaba que su piso era así cuando lo compró al matrimonio francés que abandonó aquella costa cuando comenzó el boom inmobiliario en la zona. "Seguro que es un piso de alquiler" se explicó a sí mismo, a la vez que especuló mentalmente con la mano del piso al que correspondería el ventanal. De repente le pareció que la luz temblaba. Apreció entonces una sombra proyectada en la pared. Una mano se acercó al pomo de la puerta del armario. Luego, un brazo.....

(Continuará)

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Déjate fluir