jueves

SENTIMIENTO DEL TIEMPO (CAPÍTULO II)


VENUS
Venus, era una mujer con esa pizca de sal, alegre y vivaz. Al igual que Lawrence a lo largo de su vida desarrolló formas de actuación con respecto al amor.
Poseía ese tipo de atractivo felino que provocaban en los hombres el deseo de ser poseída. Acostumbraba a utilizar esa mirada de gato que incitaba el deseo de ser acariciada, pero al igual que los felinos, era indócil, indomable, y daba siempre la sensación de que no quería a nadie.
En el pasado, había sufrido el desamor y el dolor. Era una condena que arrastraba y utilizaba como escudo un corazón de hielo.
Venus, soñaba en el día en que apareciera el hombre que con su fuego derritiera su hielo. Le perseguía la idea tenaz de encontrar a el que agitara y derritiera su témpano. Anhelaba encontrar a alguien que fuera capaz de cortejarla con un lenguaje misterioso, evocaba las grandes novelas románticas, como Ana Karenina, Madame Bovary, pero sin esos finales tan trágicos. Se arropaba en ensueños seductores.
Después de una noche apasionada con algún hombre, siempre tenía por costumbre, una vez abandonaban su casa, mirarse a un gran espejo que estaba ubicado en su dormitorio. Así, todavía desnuda, con el brillo característico de una noche de pasión, observaba los restos de líquidos que habían fluido de su sexo, brillantes y relucientes. Era un ejercicio que le hacía conectar con sus sentimientos, para así tener la certeza de lo que inspiraba a ellos.
Venus, era florista en Viena, y contaba cuarenta y tantos años de edad, cuando la sedujo Lawrence. Él entró un día en su tienda, buscaba un tipo de flores que proporcionaran luminosidad. Ella en su afán de vender le ofreció un ramillete llamado “Primavera”. El ramillete estaba repleto de una gran gama de flores coloristas. Cuando le invitó a ir al restaurante más famoso de la ciudad y una vez sentado enfrente, le dijo mirándola a los ojos, que era el mayor ramillete de flores que jamás había visto, el corazón de Venus empezó a galopar desbocado, creía que sus latidos podrían ser oídos por las personas de su alrededor. Pensó que quizás había llegado el momento que esperaba hacía ya tiempo. Soñó. Sus palabras, eran como una droga que la embriagaba, su verbo la acariciaba, sus letras eran voluptuosas, sensuales, tibias. Esa noche Lawrence hizo que se sintiera luminosa, luminosa tanto como las flores que le había vendido. Lo que ignoraba Venus es que meses mas tarde su corazón se reconvertiría de nuevo en hielo.




4 comentarios:

  1. me gusta esa... Venus


    Saludos cordiales.
    Un verdadero placer leerte

    ResponderEliminar
  2. Cuente, cuente, Lady Rosa. Sedúzcanos con su historia de amantes lacerados, de pasiones destructivas. Enséñenos el dolor del deseo, Lady…

    ResponderEliminar
  3. Lawrence hizo que se sintiera luminosa...no hacía falta, Venus "era y es luminosa".

    Besos.

    ResponderEliminar
  4. Venus... Lucero del Alba o Lucero Vespertino.
    Miras al firmamento y ahí esta siempre.
    Sentirse luminosa por Lawrence? -jo con el nombrecito Rosa, ya podia haber sido Pepe o Juan, yo ,y mi lucha a vida o muerte con los idiomas- no creo, ya sería al revés , solo que Lawrence no supo o no quiso mantener esa luz.

    Venus sigue brillando yo la veo todos los días.


    Besotes

    ResponderEliminar

Déjate fluir