sábado

MARE NOSTRUM (CAPÍTULO V-CAPÍTULO VI)

LA PERLA DEL GOLFO





Nápoles, Napoli, Neápolis, Paléopoli, Parténope, son tantos tus nombres…
Acariciaron tu tierra manos griegas, romanas y españolas, e intentaron dominarte las garras Suevas, de Anjou y Aragonesas, pero tú, cúmulo de dominaciones, has sabido mantener siempre la compostura, has mantenido con firmeza tu identidad cultural, nunca has abdicado, mantienes inalteradas tus peculiaridades, eres fusión de la fineza griega con el pragmatismo romano; tierra de excepcional belleza… ¡no han podido contigo!
Tu clima cálido y tu encanto natural, crisol de razas y culturas, convertida en polis y urbe mercantil, hierves actividad por todos tus poros.
Son muchos tus tesoros escondidos, mágica tierra de la Campania, visitada por soberanos y aristócratas en las laderas del Vesubio, conformando esa Milla de Oro con tus ciento veintiún villas, obras maestras en su mayor parte desconocidas, a lo sumo las del siglo XVIII, salpicando el litoral en las laderas del volcán.
Florecieron con encanto y ostentosidad Villa Real de Portici, Villa Campolieto; la de Ruggiero y La Reina, también llamada La Favorita, la joya más prestigiosa entre el azul del Golfo y el violeta del Vesubio.
Es tu música majestuosa, conocida en todo el mundo. Tus fronteras ha traspasado, con tus letras canturreadas y tatareadas allá por donde van:

Ma n'atu sole

cchiù bello, oje né',

'o sole mio,

sta 'nfronte a te...

'O sole,

'o sole mio,

sta 'nfronte a te...

sta 'nfronte a te!

Nos regalaste tu cultura, y también tu gastronomía. Esa pizza entrometida, infaliblemente alegre, luciendo los colores de tu patria con el verde de la albahaca, la blancura de la mozzarella y el color rojo del tomate, tu querido pomodoro…
Brindo por ti, mi bella Napoli, brindo con limoncello, la sangre de tus limones aderezada con azucar y calentada con alcohol.




Capítulo VI

Susan suspiró y contempló el relajado sueño de Fabrizio a su lado. Recorrió su cuerpo desnudo con timidez: su varonil pecho, sus fuertes brazos que reposaban inertes sobre el torso, sus cálidas manos…
Se deslizó suavemente fuera de la cama, para no despertarlo. Recogió toda su ropa, y mirándolo una vez más se fue a su camarote.
Se duchó y salió del baño envuelta en una toalla. Se sentó frente al tocador muy seria. Se reprendió en silencio. La noche anterior había perdido completamente el control. Se prometió a sí misma que algo así no volvería a suceder.
Se miró en el espejo. Su rostro denotaba esa preocupación por su pérdida de control, nunca antes le había ocurrido…Trató de estudiar ese rostro con objetividad, como si fuera otra persona. Eran los ojos…ojos de gato, verdes y penetrantes. Agradeció el hecho de tener pestañas largas que parecían evitar que el resto de su rostro se ahogara en esos ojos verdes. Sabía que eran los ojos los que atraían tanto al sexo masculino.
Susan metió la propina obtenida la noche anterior en una pequeña caja tallada a mano, y la guardó en un rincón de uno de los cajones de la cómoda. Si los pasajeros seguían a ese ritmo, al terminar los cuatro meses de viaje, no tendría que buscar empleo durante todo el invierno. Podría continuar su vida aventurera.
Se vistió rápidamente. Eligió un vestido azul de algodón, se recogió el pelo en un cómodo moño y para terminar, se puso un toque de maquillaje, en especial en las ojeras.
Acercó su rostro ladeado a la pared, casi conteniendo la respiración. Escuchó con atención cualquier sonido que le indicase si Fabrizio se había despertado.
Al no escuchar nada, se dirigió a la cubierta oeste.
La mañana era preciosa. Una suave brisa emergía del mar, al tiempo que el barco se alejaba del puerto para adentrarse en alta mar, destino a Nápoles, “La Perla del Golfo”, la ciudad que se levantaba orgullosa entre el mar y el temido Vesubio.
Cruzó las manos sobre su vestido, y observó la estela que el Cruise Roma dejaba atrás.
De nuevo pensó en Fabrizio. Era un hombre apuesto, simpático y sensual. Sin embargo, si le quitaba esas cualidades, ¿qué le quedaba?...un extraño. ¿Qué ocurriría si se hubiera enamorado de él?. Su mente revivió la imagen de Fabrizio desnudo frente a ella. Debía admitir que se sentía atraída. Sin embargo, había una enorme diferencia entre la atracción física y el amor. El deseo surgía en un segundo. ¿Y el amor?. No creía en el amor a primera vista. En el deseo físico a primera vista, sí.
Una vez que esos pensamientos se aclararon en su mente, se sintió más segura.
Sintió unos pasos acercándose. Susan se dio la vuelta y ahí estaba Fabrizio, recién duchado, con una fina camiseta de lino blanco, pantalones a juego y bien peinado, aunque unos mechones se rebelaban para seguir al viento.
-Buenos días Susan…necesito hablar contigo – dijo Fabrizio con un tono casi de ruego
-¿Qué quieres Fabrizio? – dijo Susan mientras su corazón se aceleraba.
- Te necesito. Sé que todo está sucediendo muy deprisa. Lo sé…te juro que no sé qué hacer, sólo sé cómo me siento cuando estoy contigo, lo maravilloso que es estar junto a ti…tenerte entre mis brazos. Eres diferente, ¿lo sabías? – preguntó Fabrizio al tiempo que le acariciaba los hombros. Siempre me he considerado un hombre cuerdo, racional, nunca me he dejado llevar por los impulsos, siempre me he guiado por la razón, y ahora estoy actuando como un adolescente impulsivo…y, ¡me gusta esa sensación! –exclamó sonriendo, atrapando cariñosamente el rostro de Susan con sus manos.
De nuevo las barreras de Susan se iban desmoronando con cada palabra que escuchaba. En los ojos de Fabrizio se leía su sinceridad, creía cada una de las palabras que salían de su boca.
- Fa…- intentó decir Susan, mientras los suaves labios de Fabrizio la asaltaron y enmudecieron en un instante.
Susan no opuso resistencia, se dejó llevar por ese mar de sensaciones que la embargaban y la transportaban a otro mundo, a un mundo de sueños, a una visión de total felicidad.
De repente, toda la magia desapareció al escuchar unas voces que se acercaban. Rápido Fabrizio y Susan separaron sus labios, y con un gesto Fabrizio la indicó que le siguiera.
Se miraron, sonrieron, y soltando una sonora carcajada al unísono se encaminaron hacia la cafetería para desayunar.
El día transcurrió plácidamente. Después de desayunar estuvieron ensayando un repertorio de canciones románticas para la noche, acompañados de un vocalista que se había unido a ellos antes de zarpar de Bonifacio.
El presidente de la compañía les había pasado un nuevo programa, y era indudable que el espectáculo mejoraría mucho. Por la noche pudieron comprobar la gran aceptación que tuvo el cambio entre los pasajeros.
No habían tenido noticias de Klaus en todo el día, y aquella noche tampoco le vieron en el Smaila’s Club.
Terminado el trabajo, Fabrizio se retiró a su camarote para realizar una llamada, y Susan se quedó terminando de concretar varios detalles con el nuevo vocalista. Poco después se dirigió a su habitación. La puerta del camarote de Fabrizio estaba entreabierta, y cuando Susan se disponía a abrir la puerta de su habitación, pudo escuchar parte de la conversación.
- Certo che si amore mío, certo che ti voglio bene !
El semblante de Susan cambió radicalmente de expresión…



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