domingo

MARE NOSTRUM (3ª PARTE: EL REENCUENTRO)


CAPÍTULO XIII

Finales de Noviembre. Reutlingen (Alemania)


Como Klaus había pronosticado, los conciertos fueron un rotundo éxito, las críticas excelentes, y Susan se había convertido en una nueva revelación en el mundo musical.
En el baño principal de su casa, Klaus observaba las pequeñas pastillas que tenía entre sus manos. Se acercaba el final de la tournée, y con él su temido viaje a Houston. No le había contado nada a Susan, pero no se lo podría ocultar por mucho más tiempo
-(Es ahora o nunca)-pensó Klaus, cogiendo el teléfono.
-Despacho del Juez Heinrich Schulz- dijo una voz femenina al otro lado del teléfono.
-Necesito hablar con el Juez, por favor, de parte de Klaus Faber- contestó Klaus
-Un momento por favor, no cuelgue- respondió la secretaria
Pasados unos segundos, Klaus escuchó la cavernosa voz de su amigo de la infancia.
-¿Klaus?. ¡Qué sorpresa!...-dijo Heinrich entusiasmado
-Querido amigo, aquí me tienes de nuevo. ¿Podríamos vernos más tarde?. Necesito pedirte un gran favor...-contestó Klaus
Susan estaba recorriendo cada rincón de la acogedora casa de dos pisos, situada en la céntrica plaza de Reutlingen, bajo la atenta mirada de Anja, la mujer que se ocupaba de ella desde la muerte de los padres de Klaus, ocho años atrás. Sus manos se deslizaban por el mobiliario, mientras su mirada se perdía en la armonía de sus formas. El estilo Hepplewhite dominaba en toda la casa, dotándola de una elegancia sin igual.
-¿Le gusta la casa verdad?- preguntó muy sonriente Anja.
-Es preciosa, Anja, y muy acogedora. Hay que reconocer que Klaus tiene muy buen gusto...-respondió Susan
-Sin duda, señorita, no hay nada más que verla a usted- respondió rápidamente Anja.
-Susan, llámame Susan, por favor, y...gracias- dijo Susan un tanto ruborizada.
-Klaus me llamó hace un rato, quería que te comunicara que se tuvo que marchar temprano, y no quiso despertarte, también me dijo que te acompañase hasta el Alteburg Gutsgaststätte, un estupendo restaurante de cocina tradicional a orillas del río Echaz, y me dijo que te pusieras bien guapa...aunque eso no va a ser difícil- dijo Anja, con una bella sonrisa dibujada en su rostro.
-Bueno, pues entonces voy a cambiarme. No tardo nada, Anja- dijo Susan subiendo rápidamente las escaleras que conducían a la primera planta, donde se encontraban los dormitorios.
Susan eligió un elegante traje chaqueta color perla, una blusa esmeralda de seda y un abrigo en el mismo tono. Un suave toque de color en sus párpados, junto al brillo de sus labios fueron suficientes, gracias al bonito color que aún lucía su piel. El conjunto lo acompañó con un bolso de mano Gucci, con terminaciones niqueladas, y zapatos de tacón alto a juego, con plataforma tile. Cepilló su larga melena rojiza, miró su imagen reflejada en el espejo del dormitorio principal, y segundos después se reunió con Anja.
El Alteburg Gutsgaststätte se encontraba estratégicamente situado a orillas del río Echaz, lo que le permitía disfrutar de unas excelentes panorámicas, cerca de la zona peatonal y el moderno centro comercial, que atraía a muchos visitantes por la variedad de negocios y la posibilidad de relajarse en uno de sus agradables cafés.
Anja la acompaño hasta la entrada, mantuvo una breve conversación con el recepcionista, y poco después se marchó. El recepcionista la acompañó hasta una de las salas privadas del restaurante, abrió la puerta, indicó a Susan que entrara, y segundos después se marchó, cerrando la puerta tras él.
En el centro de la sala, en una mesa elegantemente adornada, se encontraba Klaus. Inmediatamente se levantó, y retiró una de las sillas para que se sentara Susan.
- Estás preciosa, Susan- dijo Klaus contemplándola.
- Gracias, Klaus. Me alegra saber que he acertado con la elección- respondió Susan.
- Siempre lo haces…espero que ahora también- dijo Klaus depositando una pequeña cajita en su plato.
Susan miró a Klaus extrañada, y cogiéndola entre sus manos se dispuso a abrirla. Dentro, incrustado en una aterciopelada tela azabache, se encontraba una alianza de oro blanco con diamantes engastados.
-Cásate conmigo, Susan…dijo Klaus emocionado
Susan se quedó sin habla. No daba crédito a lo que estaba sucediendo. Klaus cogió el anillo, se incorporó y mientras se lo colocaba en el dedo preguntó:
-¿Quieres casarte conmigo, Susan?, ¿me harás el honor de convertirte en mi esposa?
-Yo…es todo tan inesperado, Klaus…- dijo Susan sintiendo una fuerte presión en el pecho.
- Di que sí, te lo ruego. Me harías el hombre más feliz del mundo- dijo Klaus suplicando.
- Sí…-respondió Susan tras unos instantes de duda.
Klaus cogió a Susan por la cintura, la alzó y comenzó a girar con ella por la sala, gritando de alegría. En ese momento la puerta se abrió y entró Heinrich.
- Klaus, ¡ya está todo preparado!- dijo Heinrich sonriendo
- Querida Susan, te presento a mi amigo y Juez Heinrich Schulz. Él nos va a casar…-dijo Klaus colocando a Susan de nuevo en el suelo.
- ¿Ahora?- preguntó Susan abriendo los ojos de par en par
Klaus cogió el bolso de Susan, y sin soltarla comenzó a seguir a Heinrich.
Al acercarse al puente que debían de cruzar para llegar a los Juzgados, Susan se emocionó con la escena que tenía ante sus ojos. El puente se había convertido en un pasillo nupcial, decorado con hermosos ramos de flores, que terminaba en una carpa, donde les esperaban varias personas allí reunidas, entre ellas Anja.
La ceremonia se celebró ante la atónita mirada de los habitantes de Reutlingen que paseaban por allí. Varios periodistas que se encontraban en la ciudad para cubrir el reportaje del concierto de Klaus y Susan en el Friedrich List Hall, junto a la Orquesta Filarmónica de Reutlingen, lograron tomar varias instantáneas de la ceremonia.
Los testigos fueron Anja y su marido, y el improvisado buffet preparado para la ocasión por el Alteburg Gutsgaststätte , lo degustaron en el Castillo Lichtenstein, a dieciocho kilómetros de Reutlingen, en donde pudieron disfrutar del maravilloso paisaje Suabo con la riqueza de tonalidades otoñales que sus montes les ofrecían.
Susan contemplaba ensimismada, desde las murallas del romántico castillo medieval, el paisaje de montaña de media altura de los Montes Suabos. El Castillo Lichtenstein parecía sacado de un cuento de hadas. Nadie habría podido jurar aquella mañana que ese día se convertiría en la mujer de Klaus Faber.
Klaus la observaba detenidamente. Había conseguido ganar parte de su batalla personal casándose con Susan, pero ahora le quedaba la peor parte, la más dura, debía batallar con un enemigo muy poderoso, un enemigo al que sentía cada vez más cerca, y que le debilitaba cada vez más, el cancer...¿Cómo se lo iba a comunicar a su recién estrenada esposa?...



2 comentarios:

  1. Me encantaría una boda así, inesperada, por sorpresa...¡qué hombre tan romántico!

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  2. Romantico hasta la medula... Por Dios porque no seran todos los hombres asi.

    Besos linda y feliz semana.

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